viernes, 2 de junio de 2023

Oscar Wilde: Balada de la cárcel de Reading

 

Balada de la cárcel de Reading

 

 

Oscar Wilde es liberado de la cárcel de Reading en mayo de 1897, después de una condena de dos años de trabajos forzados, durante los cuales escribió la efectista carta De profundis.

 

Una vez libre, no tardó en escribir el poema La balada de la cárcel de Reading, como si prolongara su agonía en la prisión con una fuerza lírica provocada por un motivo mucho más doloroso que su propia condena: la condena a muerte de otro preso.

 

Wilde lleva al extremo su experiencia carcelaria como aquél que quiere exprimir todo lo que el dolor contenido guarda, lo cual impacta aún más si lo que sirve de fondo es la muerte conocida y prefijada, una muerte imposible de ignorar, no sólo por quien ha de caminar hacia el cadalso, sino también por quienes le contemplan, en el día a día, aproximarse al final:

 

Con ojos curiosos y sumisión enfermiza

le mirábamos día tras día

 

Aquella condena era tan grave para los propios presos, que no podían siquiera pensar en sus propias penas o delitos, y mucho menos compararse:

 

Y sabiéndome como alma en pena,

no pude sentir mi propio dolor.

Y yo y el resto de almas en pena

olvidamos si nosotros mismos

habíamos hecho algo grave o insignificante

 

Se trata de un soldado de la Guardia Real Montada, Charles Thomas Wooldridge, condenado a muerte por haber degollado a su mujer a causa de los celos. Un crimen pasional y horrible, bajo la condena fatal y máxima que podía imponerse.

 

El extremismo poético es absoluto. Ya no se trata de una larga y dura espera de la libertad, sino de la muerte. Incluso cuando se denuncia la situación desesperante y torturadora de los presidiarios, la sombra del verdugo o la tumba abierta cubren cualquier otra condena:

 

Nos olvidamos de la amargura

que al loco y al bandido aguardaba

hasta que un día, marchando pesadamente al trabajo,

pasamos junto a una tumba abierta.

Con enorme boca el agujero amarillo

bostezaba por un ser vivo

 

Esto ven el resto de presos, pero, ¿qué hace el condenado a muerte? Con toda probabilidad sea el verso clave de toda la balada el que describe al preso desde los ojos de Wilde:

 

Nunca vi yo a un hombre que mirara

tan melancólicamente el día

Nunca vi a un hombre que mirara

con ojos nostálgicos

hacia la campana azul

que los presos llaman cielo.

 

El resto de presidiarios saben que ellos verán de nuevo el día y, ante Wooldridge, ven a un hombre que:

 

Él bebía el aire como si portara

algún saludable sedante;

con la boca abierta bebía el sol

como si fuera vino.

 

La imagen es trascendente, arrancada de la cotidianeidad carcelaria: porque para ver el exterior, sólo se puede mirar hacia el cielo en un patio o por una ventanilla. Pero mirar el cielo se convierte, fácilmente, en un acto de elevación, de situarse en lo alto. De cielo, sol y aire se alimenta el preso, y aún más el condenado a muerte.

 

Los guardias, que le acompañan para evitar que se quite la vida o, como dice Wilde:

 

No sea que él mismo robe

la presa al cadalso

 

ocultan sus rostros bajo la máscara del cumplimiento, pues no pueden permitirse que surja en ellos una compasión inútil, porque:

 

¿Qué palabras de consuelo en tal lugar

puede animar el alma de un hermano?

 

Los presos se desdibujan en figuras oscuras que en la noche, desvelados, se arrodillan y oran ante aquello:

 

Figuras grises sobre el suelo

hombres arrodillados rezando

quienes nunca antes rezaran.

Toda la noche oramos arrodillados.

 

Es tras la ejecución, horas después, cuando los presos salen a su patio, son ellos los que:

 

Nunca vi tristes hombres que miraran

tan melancólicos el día

 

Cuando era el ejecutado el que contemplaba el cielo y el día, se diría que estaba alegre, y los demás le miraban a él extrañados. Ahora, el contraste es que los presos miran ese mismo cielo, tristes. Hay, efectivamente, un deseo de muerte:

 

Pero eran aquellos de entre nosotros

quienes caminaban abatidos

y sabían que, cada uno con su deuda,

debían haber muerto a cambio

 

Ven la tumba cerrada y la cal sobre los zapatos de los guardias. Ya imaginan con ello el cuerpo desnudo bajo la tierra, devorado por la cal viva. Sólo los presos lloran. Aparecen, entonces, estos versos tan sentidos de Oscar Wilde en la Balada:

 

“Durante tres largos años ellos no sembrarán

ni arraigarán ni plantarán allí.

Por tres largos años el lugar maldito

quedará estéril y baldío.

Ellos creen que el corazón de un asesino corrompería

cada sencilla semilla que sembraran

¡No es verdad! La bondadosa tierra de Dios

es más generosa de lo que los hombres piensan

Y la rosa roja, brotaría más roja

La blanca rosa más blanca!

 

Aunque la balada está compuesta en seis partes, bien podríamos entenderla en dos: una primera que comprendería las partes I a IV, donde se presenta y narra el motivo de la condena a muerte de un hombre; una segunda, que recogería las partes V y VI, donde Wilde reflexiona acerca del mundo de la cárcel, y la justicia y la ley de los hombres, que es la que nos queda siempre por ver.

 

Recuerdo que Jorge Luis Borges en su artículo “Sobre Oscar Wilde” escribe la siguiente frase: “Una observación lateral. El nombre de Oscar Wilde está vinculado a las ciudades de la llanura; su gloria, a la condena y la cárcel”. Y es precisamente la cárcel el escenario donde Wilde pasaría dos años de su vida cumpliendo una condena por el cargo de “conducta indecente” por la acusación de sodomía del marqués de Queensberry.

 

La Balada de la cárcel de Reading, como ya se dijo, es un poema dividido en seis cantos, publicado el 13 de febrero de 1898 y que narra el preámbulo a la ejecución de Charles Thomas Wooldridge, un hombre de treinta años condenado a la horca por uxoricidio, es decir, el asesinato de una mujer a manos de su cónyuge.

 

La primera estrofa dice:

 

Ya no vestía su casaca escarlata,

porque rojos son la sangre y el vino

y sangre y vino había en sus manos

cuando lo sorprendieron con la muerta,

la pobre muerta a la que había amado

y a la que asesinó en su lecho.

 

Wilde nos lleva a compartir con él los últimos instantes de la vida del preso: cómo éste contempla los rayos del sol con una mirada triste, cual si fuera la llama de su vida a nada de extinguirse con la más ligera brisa de aire, la sensación de muerte en la cárcel, el comportamiento del alcaide, guardias y los demás presos, incluso de la colocación de la soga que dará fin al condenado.

 

Wilde se compadece por un asesino a quien no ha despojado de su condición de ser humano y expresa comprensión ante la desgracia en la siguiente estrofa:

 

Aunque todos los hombres matan lo que aman,

que lo oiga todo el mundo,

unos lo hacen con una mirada amarga,

otros con una palabra zalamera;

el cobarde con un beso,

¡el valiente con una espada!

 

Me parece muy interesante que Wilde llame valiente al que mata por su propia mano, como en el caso de Thomas Wooldridge, mientras que el cobarde es aquel que engaña con la labia y emplea a la sensualidad como arma, o en el caso de este verso, con un beso.

 

En este punto, ¿hasta dónde la sociedad ha tergiversado la idea del amor como un asunto de poder, donde el dominante decide qué hacer con el pasivo a quien considera su pertenencia?

 

Y justamente, Wilde tiene un aforismo que dice: “Todo se trata de sexo, excepto el sexo. ´El sexo se trata de poder´”. Relaciono este asunto con la decadencia del amor, el cual se ha cargado también de una lucha de poder donde el más tenaz, (taimado o dominante) mata lo que ama, como se le adjudicaría más tarde a Lord Alfred Douglas como responsable del infausto final de Oscar Wilde.

 

Al retomar el texto de Borges éste menciona “Wilde, un hombre que guarda, pese a los hábitos del mal y de la desdicha, una invulnerable inocencia”.

 

Este carácter inocente es el que dota la Balada de la cárcel de Reading de una enorme carga de piedad, donde el lector, cual testigo de Wooldridge, se convierte en un compañero y no en un verdugo, dado que el castigo por asesinar a su cónyuge, es decir, la horca, es ya suficiente penitencia como para emitir un mayor desprecio por el hombre, o al menos, así lo considera Wilde, quien también preso se ve como la sombra de lo que fue; dejó de ser el dandy para ser reducido a un hombre que respondía al código de identificación C.33 (bajo el cual firmó la primera versión del poema), un paria para la sociedad londinense.

 

Aquí retomo una frase de Wilde al respecto de la decadencia de su grandeza: “El sufrimiento es posible, y tal vez necesario, pero la pobreza, la miseria… He ahí lo terrible. Lo que ensucia el alma de un hombre”.

 

Esta pérdida de su identidad se ve también ejemplificada en la dedicatoria que escribió Wilde de este poema a Robert Ross: “Cuando salí de la cárcel, unos me esperaban con ropas y especias; otros, con buenos consejos. Tú me esperaste con amor”.

 

Este amor, a diferencia de la estrofa a la que antes me referí, está más cerca de un amor sublime en el sentido estético y hasta moral: es bello y genera una emoción en el que lo da y en el que lo recibe.

 

En este punto, no sé si el poema de Wilde concuerda con la idea de que el arte perfecto crea su propia idea de la hermosura en la realidad y de esta forma puede elevar moralmente al hombre. ¿Podría ser que la hermosura de la realidad es el hecho de que las personas pueden morir por amor?, porque sus pensamientos y anhelos se han sublimado de tal forma que justifican cualquier otra instancia en contraste con el pensamiento de que el arte nace de un “instinto de imitación” y de un deseo instintivo de plasmar o describir algo.

 

Con este poema Wilde escribe acerca de la inminente llegada de la muerte y cómo un hombre vive sus últimos días redescubriendo todo aquello que antes nunca le hubiese sido importante. El autor entonces plasma todas aquellas impresiones en los versos que más tarde publicará con la idea de que en la poesía los márgenes para que trabaje la imaginación del lector son muy amplios, el arte no es imitación de la realidad exterior, sino expresión de aquello que el sujeto lleva dentro.

 

Para Kant, la emoción que provoca una obra no tiene nada que ver con la belleza. De donde se deduce que obras que suscitan grandes emociones en la gente pueden no ser bellas. Pero Kant llega hasta este punto para dar un paso clave: introducir el concepto de la “sublimidad”. Pues la sublimidad es un concepto relacionado con ciertas emociones y de ahí se deduce ya que no tiene nada que ver con la belleza.

 

Recuérdese: la emoción no pertenece al campo de la belleza. Kant cree que la sublimidad está en nosotros, y no en los objetos: es una idea y, por tanto, pertenece al ámbito de nuestra razón, y no al mundo de la experiencia.

 

La decadencia de la sociedad al deformar un concepto como el amor, al llenarlo de etiquetas y títulos de propiedad, es un campo abierto para de otro tipo de belleza. Lo que Wilde transmite en sus versos es la fragilidad, la tristeza y también la penitencia, la incomprensión y el arrepentimiento, lo cual es también la situación por la que él atraviesa, puesto que un “amor que no se puede nombrar”, un amor más enfocado a lo platónico fue el motivo de su encierro y eventualmente la razón de su muerte; una muerte no valiente (a causa de una espada o cuerda), sino una muerte cobarde (debido la difamación, el desprecio y el olvido).

 

Y es en esta crueldad donde radica su valía. Donde la sublimidad del sufrimiento humano provoca una serie de emociones que se alejan de lo hermoso, pero es justamente esta crudeza su principal atributo estético.

 

Me gustaría pensar en la Balada de la cárcel de Reading como una extensión de la vida de Wilde, donde sea él quien:

 

No retorcía ya sus manos

ni se amargaba con gemidos,

y nada ya lo entristecía;

pero bebía el aire tibio

como si calmara sus dolores:

¡Y bebía sol como vino!

 

Finalmente, Wilde, como genio literario, crítico, de la literatura británica, esteta, mártir y ser humano ha sido reivindicado como uno de los escritores más grandes, y en ese sentido pienso en sus versos:

 

¡El que vive más de una vida

debe morir más de una muerte!

 

El escritor es un viajero del tiempo, y así como día a día hay más lectores que descubren la obra de Wilde, también día a día se limpia su nombre, primero como ciudadano y luego como artista. Su tumba colmada de besos atiende a la necesidad de morir más de una muerte: otra llena de sus amigos y admiradores y otra más donde es recordado por su talento y no por su vida, y vaya que su vida la vivió con talento.

 

Y esta verdad, sépanla todos:

Que todos matan lo que aman.

Los unos matan con su odio,

los otros con dulces palabras:

El que es cobarde, con un beso.

¡Y el valiente, con una espada!

 

Soy Margarita Díaz de León

Literatura EnEspiral





jueves, 1 de junio de 2023

Islas y Puertos, Poemas y Relatos: Presentación editorial

 

En mi taller de poesía habito el tiempo donde aprendo de quienes desean convertir el lenguaje en trabajo, en descubrimiento, en asombro, en una pieza amorfa de mármol que detenta la belleza. En mi espacio no hay lecciones magistrales, sino ideas e intuiciones; es un laboratorio de diálogos, que son puente entre lo concreto y lo abstracto, entre la palabra y sus fonías, entre la creación y la vida.

 

Y es hermoso ver la forma en que las personas con quienes comparto mi modo de ver la literatura y de escribirla, usan el mapa que ofrezco para construir su propio lugar. Porque al final siempre se impone la naturaleza de cada cual, su estilo, aunque sea aún latente o por atisbo manifiesto, y ese es también mi objetivo: potenciar lo que ya hay, y de forma ideal reforzarlo echando agua nueva al mar.

 

En esta reunión de textos, "Islas y Puertos, Poemas y Relatos", se muestran giros de sensibilidades, visiones y técnicas contrapuestas a veces, siempre diversas, en las que espero se note el trabajo que hicimos juntos y quede algo de ello; algo que un enamorado de las metáforas podría animarse a comparar con pisadas en la arena, yo en las de ellos y viceversa.

 

Es fácil hablar y alentar la escritura de la poesía con gente que la ama, la respeta o la corteja, porque las afinidades son atajos y tengo la esperanza de que el viaje que hemos llevado a cabo juntos no haya servido a sus pasajeros sólo para cambiar de lugar, sino también de mirada.

 

Para mí ha sido un placer encontrarme con estas mujeres y hombres que aceptaron embarcarse como parte de la tripulación de la cultura, de la literatura, de la creación, de la poesía; una embarcación siempre en peligro de naufragar, es decir, de ésas que valen la pena arriesgarse a subir cuando se buscan emociones fuertes.

 

La mayoría de los talleristas enseñan con herramientas propias, las que usan para crean sus versos. Nunca será mi intención convertir los textos de otros en eco de mi voz. Mi tentativa es crear voces propias, auténticas, honestas, mediante la lectura, la teoría, los ejercicios, el trabajo individual de autocorrección y el espíritu colectivo, pero, sobre todo, deseo motivar a quienes habitan mis talleres a la necesidad de publicar y de tener lectores. Basta con un lector o una lectora, que lea las palabras que se quieren compartir. Los lectores son oro puro, hay que buscarlos. Eso depende sólo de ustedes y de la efectividad de su impulso de difusión, porque además de poetas deben ser promotores de su propia obra. El tiempo dirá quiénes lograrán hacer que su botella lanzada al mar llegue a mayor número de costas y a cuántas vidas cambiará su mensaje.

 

El destino nos concedió una tregua y tablas de salvación, fue un compañero justo que no olvidó todo por lo que habíamos pasado y que hoy sólo es recuerdo. Di marcha atrás, para tomar impulso y no rendirme, porque no podía soportar el naufragio o el posible hundimiento del proyecto que hoy, aquí, se materializa. Afronté de cara los errores y pagué por ellos, pero cuando creí que no quedaba más qué hacer, el tiempo se detuvo en el apoyo recibido.

 

Muchas gracias al equipo que hace posible que estemos aquí presentando "Islas y Puertos, Poemas y Relatos": José Mario De la Garza Marroquín, Alejandro Gómez y Gómez, Débora García Mendoza; a Odín Patiño, Alba Martín e Isela, a todo el personal del Museo, gracias, por brindar este espacio a nuestro puerto. A las y los autores, mi agradecimiento por la confianza que depositaron en mí. A su nombre doy gracias al generoso y nutrido público que nos acompaña.

 

Este día nos regala su noche para ver las estrellas, las islas y el puerto que hoy nos desembarca. Pero, siempre próximo está el sol que nos mira salir de nuevo a la mar. Que la vida nos siga construyendo con la Palabra en la Poesía.

 

Ana, Martha, Carlos, Mabel, María, Guillermo, Antonieta, sigan creando. En esta vocación de poeta nunca se deja de aprender, a ninguna edad ni por muchos libros que se hayan publicado.

 

¡Muchas felicidades!

Reciban un fuerte aplauso.

¡Gocen esta fiesta!

 

Margarita Díaz de León Ibarra

Literatura EnEspiral

Texto leído en el Museo Francisco Cossío.

San Luis Potosí, 30 de mayo de 2023.










sábado, 27 de mayo de 2023

Teoría del túnel. El pre-texto de Rayuela

 

“TEORÍA DEL TÚNEL”: EL PRE-TEXTO DE RAYUELA

 

Doctoranda Margarita Díaz de León Ibarra

Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa,

Distrito Federal, México

 

Resumen:

En este trabajo se revisa la Teoría del túnel como prefiguración de Rayuela. Tanto el surrealismo como el existencialismo se presentan como dos vetas del universo cortazariano, dos actitudes que evolucionan en modos de aprehender la realidad y que, como fin último, pretenden crearse como antropologías:

 

Rayuela, desde que se publicara en 1963, no ha dejado de suscitar una especial atención, una suerte de fascinación, tanto para lectores como para críticos literarios. Sin embargo, son pocos los estudios que la relacionan con los textos teóricos y críticos escritos por Cortázar en los inicios de su carrera literaria (Nota 1). Cortázar escribe “Teoría del túnel” en 1947, mientras trabaja como secretario de la Cámara Argentina del Libro, después de renunciar a su cátedra de literatura francesa en la Universidad de Cuyo, en Mendoza. Se trata de un largo texto con un subtítulo iluminador: “Notas para la ubicación del surrealismo y del existencialismo”. Estas dos vetas son, en el universo cortazariano, actitudes que evolucionan en modos de aprehender la realidad y que, como fin último, pretenden crearse como antropologías: la primera, mediante la magia, lo onírico, la restitución de la inocencia; la segunda, a través de la trascendencia de la soledad y la búsqueda de la libertad. Ambas son empresas extraliterarias que rompen tradiciones y dogmas artísticos; rechazan, entre otros, el culto al “Libro”, basado en su fin estético y en su calidad de objeto de arte. (100-115)

En “Teoría del túnel”, Cortázar realiza un recorrido histórico de la novela, de sus preceptivas, de sus escritores y de sus obras. Pasa del clasicismo al romanticismo, para, finalmente, establecerse en las primeras décadas del siglo XX cuando se advierte la aparición de un tipo de escritor para quien la noción de género se le da con la perspectiva visual de barrotes, cárcel, sujeción (46-47). Su función, mediante la agresión y la reconstrucción, será la de impedir que el lenguaje encauce y conforme sus razones de expresión.

Esta nueva forma de “hacer” literatura sin literatura es llamada por Cortázar “caballo de Troya”. (Analogía que confirma uno de los sentidos más importante de la obra cortazariana: cambiar el lenguaje dentro del lenguaje mismo, cambiar al género dentro del género mismo) (67). Dentro, listo para el combate, el nuevo escritor rebelde, barrena el lenguaje para construir un túnel donde la luz, que de pronto aparece al final, sea diferente. Este avance en túnel que se vuelve contra lo verbal desde el verbo mismo, denuncia a la literatura como condicionante de la realidad, y avanza hacia la instauración de una actividad en la que lo estetizante se ve reemplazado por lo poético. A esta tarea, Cortázar la denomina “restitución” de lo poético. (54)

Cuando Cortázar habla de lo estetizante, quiere decir literatura preocupada por la superficie, aquella que sólo muestra fragmentos, modos parciales de ser; literatura basada en tipos o arquetipos que no ingresa en los intersticios más profundos y sinuosos de lo humano. Si el lenguaje enunciativo encarcela al escritor rebelde, el lenguaje poético-intuitivo lo libera, le da alas. Por tanto, Cortázar propone para la novela un lenguaje existencial que rompa los cánones de la tradición, y cuyo sitio sea excéntrico, exuberante, pleno de posibilidades, donde los personajes ya no hablan, sino que viven. A este tipo de novela, Cortázar la denomina “novelapoema”, creación esencial que va más allá de lo genérico, o “cobayo”, es decir, un espacio de experimentación literaria. (81)

         ¿Ha construido Cortázar un caballo de Troya? ¿Es Rayuela una novelapoema?, ¿un cobayo? Está fuera de duda que la novela de Cortázar se inscribe en nuestras letras como una de las obras que inauguran una nueva concepción de la literatura. Hay en ella elementos inéditos en el ámbito de la narrativa hispanoamericana, rasgos propios de la modernidad: lo fugaz en lo perenne, propio del lenguaje poético, se encarnan en su escritura (Nota 2). Una configuración presentada a manera de piezas, como un conjunto heterogéneo de escrituras diversas; como una interpelación continua a la enciclopedia del lector y a su participación; en fin, como un ethos lúdico e irónico que unifica y diluye los diversos fragmentos de este artefacto textual en que la realidad se vuelve incierta, evanescente, sospechosa.

En su más amplio sentido, la novela de Cortázar posee una función emoliente y subversiva frente a los modelos canónicos que conforman “La Gran Costumbre”, y una función generadora de modelos alternativos; destrucción y construcción, dos momentos de una dialéctica que se resuelve en la escritura-lectura, por medio del dispositivo fragmentado, que rige la composición de la novela en todos sus niveles y que se presenta, además, en la estructuración externa del relato, en la caracterización de los personajes, en la atmósfera, en la disposición rítmica, en el manejo tonal, en la armadura discursiva. Estrategia que determina aquí la concepción, la representación y la aprehensión del mundo (Nota 3).

En Rayuela lo sublime y lo grotesco se dan cita en una suerte de combinatorias escriturales. Desde las casillas de Morelli, el texto se torna autorreferente, para instaurar un nuevo espacio comunicacional: el metatexto. En él la novela se cuestiona y se examina, poniendo en tela de juicio no sólo el género mismo sino la tradición y los protocolos de la narratividad misma.

Con la figura-Rayuela, Cortázar funda un modelo, una forma para contenidos inéditos. La combinatoria es el plano expresivo, signo de una nueva experiencia frente al mundo, cuyo campo semántico encuentra su fundamento último en la novedad sensorial que redunda en un conocimiento inédito. Es, además, manifestación de distintas rupturas o discontinuidades; un punto vélico, como diría Víctor Hugo (Nota 4), que funde y amalgama proposiciones estético-literarias con una gnosis heterodoxa. Por tanto, ni de teorías ni de fantasmas sino de experiencias, Rayuela nace de la rebelión ya anunciada en “Teoría del túnel”, edificada, entre otras, con las voces de Rimbaud, Lautréamont, Apollinaire (Nota 5) y sus iluminaciones profanas.

En principio, el título de una obra es, inevitablemente, parte constitutiva del texto, una orientación, el enunciado mínimo de su proyecto y proyección. En este caso un título –Rayuela- que indica dos aspectos fundamentales del proyecto cortazariano: su noción lúdica y el poder representativo del juego. Como símbolo arquetípico, el juego de la rayuela sustituye al laberinto cretense que alude al misterio, a lo desconocido y a un secreto ancestral y central. Es una alegoría, un viaje en pos de la plenitud lleno de dificultades y de azares. Lo que se busca es llegar al cielo, es decir, revelar lo oculto (Nota 6).

         Por tanto, el punto de partida de Cortázar prefigura el itinerario de un hombre (El Hombre) en busca de su unidad. Esta dimensión religiosa y mística de Rayuela –aclaremos- no es teológica sino más bien teosófica, iniciática; es decir, busca en la experiencia, en lo vivencial, el contacto con la zona espiritual. La escritura, por tanto, está determinada por un proyecto en el cual el juego y el azar, mueven a los personajes y vivifican la escritura.

Pese a que juego y Gran Costumbre se fundamentan en sistemas de reglas y convenciones, la oposición entre ambos se torna evidente si consideramos que el juego, en tanto acto puro, carece de un propósito pragmático y se nos entrega como manifestación degradada del rito, como puente hacia una realidad última o trascendente; mientras que la Gran Costumbre manifiesta un conformismo frente al mundo. Además, el juego tiende a la gratuidad; está regido por el principio del placer y no por el principio de la convención. Es cierto que el rito del juego es el campo de formalización por excelencia, no obstante, ello no nos autoriza a homologarlo con las convenciones, pues sus finalidades los separan. Para Cortázar, la vida y la literatura son un juego. Un juego muy serio, un juego-rito, juego-ceremonia, vía de acceso. Este proyecto lúdico atravesará todos los niveles de su obra, como un delgado hilo que borda la textura donde se funden los contrarios.

El proyecto cortazariano se anuncia ya, desde las citas que inauguran Rayuela y que deben ser refiguradas a la luz de lo carnavalesco. La primera, que es obtenida del Espíritu de la Biblia y Moral Universal, sacada del Antiguo y Nuevo Testamento, dice: “Y animado de la esperanza de ser particularmente útil a la juventud, y de contribuir a la reforma de las costumbres en general, he formado la presente colección de máximas y consejos [...]” La ironía será, desde este horizonte, médula del proyecto cortazariano. La segunda cita pertenece a un texto del humorista argentino César Bruto (Nota 7), Lo que me gustaría ser a mí si no fuera lo que soy (1947), del capítulo “Perro de San Bernaldo” (sic), donde se exponen ideas de tipo “eséntrico y esótico”; ambas consideradas como orientaciones que apuntan a la excentración del texto. El primer texto-cita es ambivalente; el segundo es, más bien, paródico. De lo culto formal a lo inculto informal. La escritura oscila entre dos extremos: del que se reconstruye, el moralizante, al que se construye, el “patafísico”; de la seriedad de la máxima, a los juegos del lenguaje.

El texto se inaugura con un epígrafe obtenido de una carta que Jacques Vaché le envía a Breton y que traducido diría: “Nada mata a un hombre como verse obligado a representar un país”; así abre la primera parte: “Del lado de allá” (del capítulo 1 al 36). La segunda parte, “Del lado de acá” (del capítulo 37 al 56), utiliza como epígrafe una cita de Apollinaire extraída de su drama surrealista Los pechos de Tiresias y que traducido diría: “Es necesario viajar lejos cuando te gusta tu casa”. Ambos epígrafes apuntan al viaje, al traslado. Desde un irse para retornar, Cortázar plantea la búsqueda como sino del hombre, guiada, si se quiere, por los “Capítulos prescindibles” o “De otros lados”, que abarcan del capítulo 57 al 155.

Esta forma de desordenar para ordenar el libro, a partir de una primera articulación sobre la que se despliega una segunda, que será tercera, está expuesta en la separación de los capítulos. Triplemente articulado, el texto posee una forma abierta puesta en movimiento a través del llamado “Tablero de dirección”, mediante el cual se establece un diálogo entre texto y lector que ya no leerá como siempre porque el camino ha dejado de ser recto. Es el juego de la búsqueda llevada al extremo, una arremetida contra toda modalidad convencional de hacer y de leer literatura. Por ello es que Rayuela, desde la literatura debe ser comprendida como anti-literatura, como negación del convencionalismo impuesto desde el clasicismo.

         Niega, Cortázar, en primer término, las convenciones de la lectura, al invitar al lector a elegir, como en un juego, entre dos posibilidades de acceso. La convencional, de principio a fin, y la que se inicia empezando por el capítulo 73, siguiendo luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo, abriendo así el metatexto-Morelli. Advertimos, entonces, una triple estructura: la doble del texto-tutor y la de los capítulos metatextuales, centro de la doble articulación, lo que nos orienta a establecer que el “Tablero de dirección” bien puede ser entendido como “Instrucciones para leer Rayuela”, desde una perspectiva múltiple, es decir, hipertextual.

Mientras que la primera lectura contiene la narración y la descripción del acontecer, donde reside la lexia mínima, en los llamados “Capítulos prescindibles”, incluidos en la segunda opción de lectura, abundan disquisiciones y citas, paradójicamente independientes. En ellos el autor se sitúa en un plano distinto al de la narración. Son expansiones de sentido de lo que está en germen en la textualidad. Así, en la segunda lectura surge lo que podríamos llamar un modelo de mundo, un sesgo literario, estético e ideológico que subyace en la narración. Es inevitable interrogarse, ahora, ¿qué motivó a Cortázar a incluir en su novela un “Tablero de dirección”? La doble lectura muestra una superposición de dos diseños: el diseño superficial, que corresponde más o menos a una interpretación o una experiencia media del vivir, y el diseño profundo que denuncia secretas conexiones. Al proponer los dos –en lugar de suprimir el primero- el autor revela la estructura de un mundo con dos capas diferentes de penetración: aprender del mundo o aprehender el mundo.

Al concebir su texto en torno a lecturas posibles, Cortázar abandona el papel clásico del escritor. Comparte la incertidumbre de los lectores, padece con ellos la gestación de la novela, muestra los tanteos de su proceso de producción. La escritura muestra las evidencias de su fabricación. La novela en sí ya no devela, la escritura ya no es respuesta, es pregunta que encuentra respuesta en la lectura. En este sentido, Rayuela es una escritura en tinieblas, una interrogante y una búsqueda, un balbucir absolutamente humano.

Pero volvamos al “Tablero”. Desde él, Cortázar le exige al lector jugar el juego, tomar la decisión, la responsabilidad, para ser su cómplice; y si es así es porque se apela, en última instancia, a promover la proximidad entre el lector y el escritor para, que en un mismo nivel, ambos se empeñen en la creación de un texto posible, mediante esta figura dialógica configurada por el tránsito de niveles cada vez más elevados de conciencia. Ir de la realidad de siempre a otra posible realidad, de lo elemental, conocida costumbre, a la excentración. En este sentido, el texto opera como catalizador de estados de conciencia excepcionales orientados a poetizar la lectura (y, por ende, la vida) para encontrar las relaciones secretas entre el mundo y nosotros. Por tanto, el sello de la obra es una búsqueda centrada en un des-andar el lenguaje. Así, entonces, el texto todo –abstraído en el “Tablero de dirección”- puede ser entendido como un mandala en su versión occidentalizada: como una rayuela.

En principio, la alusión al problema del lenguaje literario se muestra como una contradicción, cuando no como una paradoja, pues –en definitiva- la resistencia que emprende Cortázar emana de su condición de creador. Es como una especie de contrasentido al ser el escritor quien des-escribe para configurar un anti-discurso que sustituya lo literario por lo vital, el verbo por el ser. No de otro modo intenta redescubrir la realidad, fundir el arte y la vida, buscar la autenticidad de la palabra para abolir los falsos signos que nos separan de lo primigenio (Nota 8). Rayuela, entonces, desde la “des-escritura”, está destinada a disolver los códigos lingüísticos y narrativos propios del carácter referencial; es un intento por demostrar que la literatura no es sólo lenguaje, sino configuración de la vida.

Sin embargo, aunque se le acuse, Cortázar no abandona el lenguaje; su desconfianza no llega al nihilismo que reniega y renuncia; está en guerra con la palabra y para ello ha de usar, como estrategia, una escritura que avance en túnel, que debe entrever los mecanismos de creación de la novela misma. Por tanto, escritura es, al mismo tiempo, cuestionamiento de lo que se escribe, del texto y el acto que ello supone.

La trampa que Rayuela le tiende a la configuración clásica se asemeja, como figura, a la tela de la araña (Nota 9). Una estrella de conexiones, un laberinto de hilos, mandala, dibujo y camino intrincado que conduce al centro donde se diluyen los opuestos: escritura-figura (Nota 10), unidad-desintegración, Caos-Cosmos; amor-degradación, Eros-Thánatos, causalidad y casualidad y más. Este descolocamiento del pensamiento binario sustituye la oposición por la unidad, lo contrario por el ser Eros y Thánatos a la vez, que al ser atraídos astralmente conforman una nueva figura central por des-centrada.

         Visto así, la telaraña es la manifestación sensible de los hilos secretos que mueven al hombre más allá de la razón. La búsqueda del centro es evidente en todo el cuerpo textual, espacio donde todo deja de ser, para ser otra cosa; se de-semantiza para semantizar en otro orden por operación incantatoria, por atracción de los heterogéneos, por la vía poética y hasta simpática.

Poetizar la acción es hacer de ella un intersticio, una fractura, una apertura a la reflexión, al hombre universal y su problemática existencial: su condición y sus relaciones con los otros. En este sentido, los actos en Rayuela son círculos que se abren en espiral, produciendo una tensión intrínseca, que en nada se relaciona con la exteriorización de la trama. Los personajes se mueven en esferas en busca de un orden abierto que les permita cuestionar el sentido de la vida, poner-se en crisis frente a –nada menos- que a la noción trivial de la realidad y la posibilidad de narrarla. En otras palabras, podríamos decir que las acciones son anti-acciones porque están provocadas para la reflexión.   

         Por tanto, el texto es, al mismo tiempo, discusión sobre sus posibilidades, es decir, metatexto. La obra de Cortázar nos entrega, entonces, los elementos que sirven de puntos de referencia para cualquier análisis serio de su escritura y de su configuración. Por esta razón, es indispensable el plano metatextual, en la medida en que éste regula y explica la construcción de su anti-literatura.

El metatexto tiene su asiento en la inclusión de la cita textual, la teoría del lenguaje y la novela, y en la noción de lectura y lector que propone Morelli. Todo ello, debiera permitirnos abstraer una vía de lectura anti-estetizante que contrasta con la textualización narrativa.

Entendemos “cita” como la inclusión explícita o disimulada de un texto cualquiera y de un autor distinto al del texto base; por tanto, es un caso de intertextualidad. Uno de los errores más corrientes es sostener que la cita genera un nexo entre el autor que cita y el autor citado, es decir, la cita sería la evidencia de una influencia o filiación ideológica; se olvida que el efecto de la inclusión de un texto es la transcodificación. El texto citado adquiere así un nuevo valor en tanto se contextualiza de otro modo que en el texto originario. Pero tanto la cita de nombres como de pasajes de diversos escritos en el texto de Morelli (y en Rayuela en general) se mantienen vigentes en su calidad de “documentos” de lenguaje dentro de la obra literaria y es la razón por la cual gran parte del material de que dispone el intelecto morelliano no está “asimilado” en la obra ni “recreado” en sí, sino que se configura dentro de un texto que lo modifica y al cual modifica.

Es claro que Rayuela cabe en la categoría de palabra ambivalente como novela polifónica. Las citas, explícitas o implícitas muestran no sólo un fundamento estético sino la inauguración de un estilo que las incluye como elementos de composición. Para el analista, las citas explícitas podrían resumirse en una lista de nombres que reúnen épocas, estilos y saberes dispares. Cortázar espacializa el texto mediante el acopio de discursos contrastantes: Lévi-Strauss, Musil, Lezama Lima, Anaïs Nin, cables de agencias de noticias, notas periodísticas, Bataille, Artaud, Alban Berg y más. De un modo más implícito, abundan referencias directas a una serie de autores como Jarry, Rimbaud, Heidegger, músicos, pintores y más. Se trata de referencias simbólicas que contendrían esa singular especie de identidad de esencia momentánea, una reunión de conceptos de cualquier índole, sólo explicados por el contexto que las enmarca.

Como parte del proyecto de escritura, las citas confirman el tejido de la segunda lectura, en la cual el “Tablero” funciona como puente que separa –y une- la cita con la teoría morelliana, el metatexto disquisitivo con la acción del texto narrativo. Son, además, objetos que se incorporan en realidades nuevas, donde adquieren un nuevo sentido. Cortázar abre, de este modo, su escritura a los más diversos códigos culturales, es decir, pone en relación a la literatura (la convención de un género y una praxis) con todo el complejo cultural, vivificando la palabra e integrando los signos recogidos a un nuevo signo cultural. Por tanto, Rayuela es un híbrido que se instala en la cultura con toda su carga, como una realidad -autónoma en la realidad- que deviene en cita del texto-cultura. Así, la transcodificación es el modo de practicar una semiosis permanente, comunicación desde la discontinuidad, el diálogo y la polifonía: en una palabra, un carnaval, desde su concepto de ruptura frente a lo instituido.

         Se puede afirmar, que Morelli es un portavoz del autor. Esta aseveración, empero, carece de valor analítico si no somos capaces de dar cuenta del rol textual de Morelli y de su visión de la novela y el lenguaje. En otras palabras, Morelli es, a nuestro entender, un operador textual, un dispositivo que estructura una enunciación y posibilita un espacio de coincidencias. La convergencia de transgresiones no es otra que un encuentro entre la poesía y la crítica, lo que posibilita a que Rayuela sea un signo que nos invita a refigurarlo como estructura narrativa, como proceso deconstructivo y como obra abierta. Por esto es que esta obra se hace signo de sí misma, es autorreferente y autocrítica. Es decir, el texto pretende nombrarse a sí mismo al desafiar el género novelesco, desde la novela misma, atacando al lenguaje desde el lenguaje mismo. Mecanismo que produce una novela que es anti-novela. Morelli, como operador, nos va a entregar el método y los atributos de esa anti-novela sobre la que especula. Si el objetivo es buscar la apertura de un nuevo orden, hay que cortar de raíz toda construcción sistemática de caracteres y situaciones; hacer uso de la ironía, la autocrítica incesante, la incongruencia, la imaginación; hacer surgir la significación del montaje de materiales en una suerte de escritura al servicio de una narratividad y una temporalidad que llamaremos de traslado.

Se advierte, entonces, con claridad que lo que intenta Morelli es subvertir la palabra, liberar el habla. Una nueva palabra para una nueva relación con el lector, un cómplice que, a través, del acto de leer se monta en el tiempo del escritor, único modo de conectar dos presentes diferidos, para configurar así una realidad-otra que culmine en la posibilidad de construir un acceso a la verdad de las cosas desde una experiencia alterna a la racionalidad.

El acceso poético a la realidad implica una superación del tiempo concebido como continuidad. Este tiempo-ahora, estático y extático, es también lugar atópico y metatópico, que provoca la experiencia de un estar fuera, un estado alterado de conciencia impone una embriaguez y plenitud del ahora. Se establece, por tanto, una congruencia entre el tiempo de la creación y la creación del tiempo, donde lo fundamental es comprender que tales correlaciones responden en última instancia a un modo otro de percibir, pensar y sentir: una aprehensión poética del mundo.

         Podríamos concluir asentando, primero, que la poética de Rayuela no sólo nos brinda una concepción de la discontinuidad sino una noción-otra del narrar. Con Julio Cortázar asistimos a una escritura fragmentaria que remite a un tiempo y a un espacio discontinuo con el fin de crear una nueva forma de narrar.

         En segundo término, el horizonte que nos propone Cortázar no podría ser otro que la perspectiva revolucionaria, en el sentido de una emancipación cognitiva, moral y política. En este estricto sentido, Rayuela nos aproxima a una constelación, a una figura que se cristaliza en la escritura, interrumpiendo el tiempo ordinario, ofreciéndonos nuevos paisajes.

Rayuela, es una pieza fundamental del pensamiento que no cesa de ser contemporáneo, en cuanto lleva al límite las posibilidades del narrar, esto es, las posibilidades mismas de la experiencia, el pensamiento y la expresión. De este modo, toda la composición escritural nos invita a una experiencia en que los vértigos asociativos de la discontinuidad se correlacionan con el pensamiento hipertextual y el flujo temporal de la conciencia, lo que se expresa finalmente en la matriz combinatoria. Esta nueva disposición significante inaugura una nueva arquitectura que renuncia a los presupuestos sintagmáticos y lineales, abriendo espacio a una forma otra.

Contra la tradición racionalista, Rayuela es el resultado de la sospecha de la existencia de otro orden más secreto y menos comunicable. Un libro que espera todavía el advenimiento de lectores cómplices, cuyo vértice es el otrora de una escritura que reclama su presente. Julio Cortázar ha lanzado una saeta al porvenir al entregarnos el balbucir de una nueva lengua.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas:

 

(1) Aparentemente uno de los pocos textos que hace hincapié en la relación estrecha entre “Teoría del túnel” y Rayuela se encuentra en: Saúl Yurkievich. “Un encuentro del hombre con su reino”. Prólogo a “Teoría del túnel”. Obra Crítica/I. Madrid: Alfaguara, 1994. No hay una ubicación concreta de otros textos que aborden esta relación, en cómo la maquinaria literaria descrita en “Teoría del túnel” se activa en Rayuela. Las referencias de “Teoría del túnel” corresponden al número de página que se encuentra entre paréntesis.

 

(2) Maarten Steenmeijer. “Rayuela de Julio Cortázar: novela (pos) modernista”. Neophilologus, Diario internacional de Lenguas Modernas, Literatura Medieval y Literatura, vol. 79, no. 2: 253-262, 1995. Artículo que establece los elementos modernistas en Rayuela y cómo éstos evolucionan hacia criterios posmodernos.

 

(3) Para una revisión más amplia acerca de la dialéctica destrucción-construcción en las obras de Julio Cortázar, consultar: Davi Arrigucci Jr. El alacrán atrapado. La poética de la destrucción en Julio Cortázar. México: Universidad de Guadalajara. Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, 2002.

 

(4) Cortázar hace referencia al “punto vélico” en La vuelta al día en ochenta mundos: “[…] me acuerdo siempre del admirable pasaje de Víctor Hugo: ‘Nadie ignora lo que es el punto vélico de un navío: lugar de convergencia, punto de intersección misterioso hasta para el constructor del barco, en el que se suman las fuerzas dispersas en todo el velamen desplegado.’” (I/74)

 

(5) Según Jaime Alazraki, “Desde Rimbaud, Cortázar ha definido ya, en 1941, una de las direcciones más poderosas de su obra: la intrínseca relación entre literatura y vida, el poema como una búsqueda humana y no exclusivamente estética, el acto de escribir como una cuerda tendida sobre el vacío, pero apuntando hacia una otredad liberadora y hacia el reverso de los “cuadros lógicos de nuestra inaceptable realidad” (30). “No me parece,” —dice en el ensayo [‘Rimbaud’] — “[…] Rimbaud buscará un absoluto de Poesía. Siempre he pensado que su descenso a los infiernos era una tentativa para encontrar la Vida que su naturaleza le reclamaba” (32).” (“Cortázar antes de Cortázar. Rayuela desde su primer ensayo publicado “Raimbaud” (1941)” en Rayuela, Edición Crítica. México: CONACULTA, 1992). En el mismo artículo se menciona la influencia de Lautremont quien recorrerá, como fantasma, toda la obra de Cortázar, desde la configuración de los pasajes hasta la del doble. Mientras que de Apollinaire nacerán sus visiones sublimes y grotescas.

 

(6) Mercedes Suárez. “La rayuela y el laberinto”. La América real y la América mágica: a través de su literatura. España: Ediciones Universidad de Salamanca, 1997. 

 

(7) Carlos Warnes (1905-1980) más conocido por sus seudónimos César Bruto, Napoleón Verdadero, Uno Cualquiera o José Spadavecchia fue un notable escritor, humorista y periodista argentino. Al ser cuestionado acerca de su estilo, Warnes responde:“Humor, Sí, Ironía, No”: así definía Warnes su creación; siempre dentro del límite del buen gusto y de la generosidad hacia el género humano. El humor como una forma de piedad.” En: http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=38309 (consulta: 9 de junio de 2010).  En La vuelta al día en ochenta mundos (1967), Cortázar alude a César Bruto en su texto “Más sobre la seriedad y otros velorios”: “Pero seamos serios y observemos que el humor, desterrado de nuestras letras contemporáneas (Macedonio, el primer Borges, el primer Nalé, César Bruto, Marechal a ratos, son outsiders escandalosos en nuestro hipódromo literario) representa mal que les pese a los tortugones una constante del espíritu argentino en todos los registros culturales o temperamentales […]” (I/56)

 

(8) Cortázar, en “Hacia una poética”, establece una analogía entre el mago y el poeta para exponer los medios por los cuales la poesía tiene como propósito vincular el arte a la vida. (Obra crítica/2)

 

(9) La araña y la tela de la araña (como símbolos del tejido, del tramado literario) son imágenes recurrentes en la obra de Cortázar. Aparece en los cuentos “Llama al teléfono, Delia” y “Las babas del diablo”; en Rayuela (en más de veinte ocasiones) y en su capítulo inédito titulado “La araña”; en su poema, “Siempre empezó a llover”; en “Maravillosas ocupaciones” en Historias de cronopios y de famas, entre otras.

 

(10) Daniel González Dueñas, en su texto Las figuras de Julio Cortázar, aborda el tema de las figuras para definir una cosmovisión que se traduce en la exigencia de activar la mirada para acceder a las partes ocultas de la realidad que el pensamiento oriental simboliza a través del diseño del mandala. México: CONACULTA, 2002.

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

Arrigucci, Davi Jr. El alacrán atrapado. La poética de la destrucción en Julio Cortázar.

Trad. del portugués al español de Romeo Tello G. México: Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar, Universidad de Guadalajara-Fondo de Cultura Económica, 2002.

Cortázar, Julio. “Llama al teléfono, Delia”. “Las babas del diablo”. Cuentos completos.

         México: Alfaguara, 2001.

----------. “Ocupaciones maravillosas. Historias de cronopios y de famas. Argentina:

         Sudamericana, 1992.

----------. “Del sentimiento de lo fantástico”. “Más sobre la seriedad y otros velorios”. La

         vuelta al día en ochenta mundos/1. México: Siglo XXI, Editores, 1986.

----------. “Teoría del túnel”. Obra crítica/1. Saúl Yurkievich (edicción). España: Alfaguara,

         1994.

----------. “Para una poética”. Obra crítica/II. Jaime Alazraki (edicción). España: Alfaguara,

         1994.

----------. “Cortázar antes de Cortázar. Rayuela desde su primer ensayo publicado:

“Rimbaud” (1941)”. “La araña”. Rayuela. Edición crítica. Julio Ortega-Saúl Yurkievich (coord.). México: CONACULTA, 1992.

----------. “Siempre empezó a llover”. Salvo el crepúsculo. México: Editorial Nueva

         Imagen, 1984.

Goloboff, Maro. “Profesor en Chivilcoy”. Julio Cortázar. La biografía. Argentina: Seix

         Barral. 1998.

González Dueñas, Daniel. Las figuras de Julio Cortázar. México: CONACULTA, 2002.

Steenmeijer, Maarten. “Rayuela de Julio Cortázar: novela (pos) modernista”.

Neophilologus, Diario internacional de Lenguas Modernas, Literatura Medieval y Literatura, vol. 79, no. 2: 253-262, 1995. http://www.springerlink.com/content/wn35641w15602316/ Consulta: agosto de 2009.

Suárez, Mercedes. “La rayuela y el laberinto”. La América real y la América mágica: a

         través de su literatura. España: Ediciones Universidad de Salamanca, 1997. 

Yurkievich, Saúl. “Un encuentro del hombre con su reino”. Prólogo a “Teoría del túnel”.

 Obra crítica/1. España: Alfaguara, 1994.

 

 

Ponencia presentada en el XXII Coloquio Internacional de Literatura Mexicana e Hispanoamericana. Hermosillo, Sonora, México, realizado los días 11,12 y 13 de noviembre de 2009. Su lectura se llevó a cabo en la mesa 27 “Estudios sobre Julio Cortázar”, el día 13 de noviembre de 2009.

 

 Currículo abreviado:

Margarita Díaz de León Ibarra Licenciada en Ciencias de la Comunicación por el Instituto de Estudios Superiores de Monterrey, con mención honorífica. Diplomada en Crítica y Análisis de la Literatura Hispanoamericana por la Universidad Iberoamericana. Obtiene el grado con Mención Honorífica de Maestra en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana, con la tesis: “El otro Julio: Aproximación hermenéutica a ‘Casa tomada’, ‘La noche boca arriba’ y ‘El perseguidor’”. Actualmente es Doctoranda en Teoría Literaria por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Ha sido catedrática de las materias de Discurso Literario, Semiótica, Análisis Dramático, Seminario de investigación en diversas universidades privadas de la ciudad de San Luis Potosí. Ha fungido como directora de diez tesis de la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación con orientación literaria. Ha coordinado revistas y suplementos culturales de publicaciones periódicas de la región. Ha sido coordinadora académica de los Diplomados en Literatura, impartidos bajo en amparo de la Secretaría de Cultura de San Luis Potosí. Así mismo, fungió como representante legal de la Universidad Iberoamericana en el Curso Propedéutico para la Maestría en Letras Modernas en la ciudad de San Luis Potosí. Durante más de 15 años ha sido coordinadora de Talleres de Lectura como actividad particular. Desde 1990, ha realizado publicaciones periódicas en medios impresos de la ciudad de San Luis Potosí. Actualmente se encuentra trabajando en la investigación doctoral: “Julio Cortázar. Postulados teóricos y críticos: El dibujo de Rayuela, con el apoyo de beca Conacyt.  






Día Internacional del Libro: Idea Vilariño

  “Poemas de amor”, de Idea Vilariño, es un poemario publicado en 1957. Los poemas ahí integrados lindan con su “Nocturnos” anterior, hondos...