viernes, 20 de mayo de 2022

Resignificación

Los relatos de las mitologías judeocristiana y grecolatina, sedimentos de nuestra cultura occidental, desplazan a la mujer del origen de la creación. Eva y Pandora son el “bello mal”, motivo de la caída del hombre. Una, le ofrece el fruto de la transgresión. La otra, le ofrenda la caja de los males. Por tanto, para las sociedades patriarcales, deseo, belleza y gracia, son equivalentes de seducción y engaño. Pretexto que ha servido al hombre para justifica la acción de reducir el cuerpo femenino a un objeto útil solo para su gozo y para la reproducción. La mujer marmórea, muda y quieta, será el ideal del hombre que piensa, nombra, categoriza e impone la ley.

Quizá el varón mítico -poso del macho empírico- se está vengando, pues la creación de la mujer lo ha separado de los dioses. Dejó de ser humano-divino, para ser hombre-animal. Escindido, dolido y encolerizado, toma conciencia de su cuerpo sexuado. Cae en cuenta de que su hombría ha quedado atrapada en el cuerpo femenino. Sólo será hombre dominando, sólo se sentirá hombre penetrando. Ella, cuerpo hecho de tierra o hueso, tiene “algo” que le pertenece a él: su falo.

El cuerpo femenino es arcano, misterio. Conecta el orden cósmico con la tierra y lo humano, mediante el rito Natura del ciclo menstrual. Pero tiene que ocultarlo, simularlo; no debe ser público, sino privativo. Se le exige una prótesis de fibra higiénica para contener la sangre que escurre entre sus piernas, porque para el hombre lo que expulsa el cuerpo de la mujer es excrecencia. Si la menstruación es cósmica, entonces es sagrada al dejarla correr danzando a la luz de la luna. Pretexto para perseguir, maldecir y quemar el cuerpo negado a ser espectro del espejo fálico.

Nos atemorizaron por siglos. Replegamos el deseo y la palabra, para evitar la violencia, el rapto, la violación y la muerte. En el silencio está el sedimento del terror de nuestra historia, por eso desmentimos el ultraje o lo minimizamos culpándonos con el dedo del hombre clavado en el pecho. Se nos estigmatiza si somos independientes, si salimos de noche, si ingerimos alcohol, si bailamos, si provocamos, si no tenemos marido, si no tenemos hijos. Hay que privarnos, para merecer el abrazo del hombre.

Hoy estamos en diálogo con nosotras mismas. Hablamos, escribimos, publicamos sobre el acto sexual mediado por la palabra del deseo, sobre el amor que niega al vasallaje, sobre la reproducción como decisión, sobre la maternidad no sacrificial, sobre el derecho al aborto… Polifonía, libre de fundamentalismos, que se levanta contra la imposición y la dependencia. 

Nos sacudimos el polvo, para seguir adelante.

 

* Diálogo con del ensayo de Margo Glantz, “Apuntes para una posible genealogía (arqueológica) de los metoos” en Tsunami, edición y prólogo de Gabriela Jáuregui, México: Sexto Piso, 2018.





 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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