Ser todo, menos
miedo. No tener miedo al juicio ni al equívoco. No temer ni a la amistad ni al
romance ni a la mala broma ni a la buena carcajada. No tener miedo de pasar un
buen rato o de ser inoportuna, o de las consecuencias o de una tarea imposible
o del peligro. No temer nunca. No importa lo difícil o injusta que sea la vida,
hay que amar la vida. Adoptarla sin reservas, arrepentimiento ni remordimiento.
Y esto, si sucede, no dejará de ser raro: vivir sin miedo.
He leído Cómo
acabar con la escritura de las mujeres de Joanna Russ (España:
Editorial Dos Bigotes / Editorial Barrett, 2018) y pretendo, aquí, compartir
algunas reflexiones en torno a las mujeres que leen, escriben y publican.
1. Síndrome de
Casandra.
Este subtítulo remite
a una pregunta: ¿se sigue adjetivando a la mujer con frases como “es
desproporcionada en sus reacciones”, “es hiperbólica emocional”, “es turbia en
su carácter”? Hasta cuándo tendremos que exigir credibilidad con el
#yosítecreo, o hasta cuándo tendremos que avalar y probar el
#survivorprivilege. El prejuicio es grave: “no se puede confiar en ellas”
-dicen- “porque son retorcidas y delirantes”. Hasta entre mujeres nos decimos:
“estás exagerando”. Y es, entonces, que pensamos, murmuramos o gritamos con
ironía: “Claro, tienes razón, estoy distorsionando los hechos. Soy una
subjetiva que se cree objetiva. Por supuesto que estoy confusa”. Ironía,
reitero. Esta desacreditación (que en muchos casos proviene primero de sí
misma) nos hace sentir Casandras, malditas por rechazar sexualmente a Apolo, es
decir, la pérdida de credibilidad está vinculada a nuestro cuerpo.
2. Mujer que lee.
¿Por qué y para qué
lee una mujer? La especulación sería interminable, me parece. Quizá podría
tener un punto de partida y uno de llegada. No sé. Quizá lee para llenar sus
vacíos, para entretenerse, para no aburrirse; pero esto sería el caso de
mujeres con altos privilegios económicos. Para saber más, suena bien. Pero,
¿qué hace con lo que sabe?: ¿lo luce?, ¿lo comparte?, ¿lo usa para discutir?,
¿para validar sus ideas?, ¿dónde y con quién? Todo un tema, ¿eh? Lee para
escribir. ¿Escribir qué?, ¿por qué y para qué?, ¿qué hacer con lo escrito? Lee
para escribir y publicar. Se escucha muy hermoso, paradisiaco, incluso. Sin
embargo, se necesita tiempo, disciplina, deseo, afirmación, muchas ganas… y
aceptar el miedo.
3. Atisbos.
Sylvia Plath se levantaba
a las cinco de la mañana para poder escribir sin ruido, sin marido, sin hijos
despiertos. Pero otras no pueden hacerlo por la carga de familia y el trabajo
fuera de casa. Hay dos impedimentos, entre más: la falta de dinero y la falta
de tiempo. ¿Cómo poder perfeccionar una técnica poética si hay que amamantar o
salir de casa a trabajar y regresar agotada? Podemos arder en deseos de
escribir, pero hay que lavar platos. Sentimos miedo al intuir que nuestra vida
se exprime en el trapeador o se refleja en un pago quincenal. Entonces, hay que
tener criada -dinero- o marido comprensivo -con dinero- o amante -adinerado-
que nos sostenga, para soltar el plumero o para salir de la vía laboral.
#SurvivorPrivilegePoet Revertir el orden es duro: primero estoy yo, la que
quiere publicar; luego estoy yo, la que necesita escribir y perfeccionar;
después estoy yo, la que requiere invertir más de dos horas diarias en leer y
estudiar. Lo demás, se cuece sólo. ¿Será?
4. La piedrita en el
zapato.
No soy mujer de
razones, sino de intuiciones. (Lo sé porque he aprendido a mirarme). Por tanto,
intuyo que este poema malogrado (¿cuál no lo es?) brotó (como plantita que
apenas puede sostenerse en la tierra) de esa coagulación de emociones
claroscuras llamada: miedo. Miedo a imponerme “el primero yo”, miedo a la
soledad de la escritura, miedo a la pobreza, miedo a la falta de apoyo editorial, miedo a la
equívoca etiqueta de “escritora confesional”, impuesta -no sin malicia- a
tantas mujeres que escriben.
Como una raquítica
pluma que da seguridad en el vuelo, yo me subo en mis tacones -aquí les llamo
taco alto- para mirar el miedo, la piedrita maliciosa en el zapato.
Subo en ellos
mis piernas se estiran como brazos al cielo
el viento se alberga en mi cintura
y se levanta mi espalda
bla bla bla
esto se escucharía mejor si usara palabras de arrabal
pero el lenguaje no es el tema
sino la piedrita en el zapato
¿Cómo pudo ingresar la piedra a taco alto
si va dejando su vida en el asfalto?
La piedra
miedo ampollado adentro
viaja vertical
la sangre la expulsa a los pies
y la deja en el zapato
Es la piedra del deseo o la violencia
es jadeo de madrugada
o del no quiero verte mañana
Es la piedra del peso
de lo que llevo adentro
de la orfandad cuando pierdo uno
al impulsarme sin rumbo
uno sin par
me hunde la cabeza en lo que hice de mí
para salvarme
Taco alto
dos silicios -quiebran
dos muletas -levantan
Avanzo con piedrita en el zapato
y dejo el rasguño en el asfalto
Escribo a mano en hoja blanca, con
grafito. No peleo contra el miedo, porque me gana. Lo he hecho mi aliado.
Escribo con él.