sábado, 23 de julio de 2022

La piedrita en el zapato

 

Ser todo, menos miedo. No tener miedo al juicio ni al equívoco. No temer ni a la amistad ni al romance ni a la mala broma ni a la buena carcajada. No tener miedo de pasar un buen rato o de ser inoportuna, o de las consecuencias o de una tarea imposible o del peligro. No temer nunca. No importa lo difícil o injusta que sea la vida, hay que amar la vida. Adoptarla sin reservas, arrepentimiento ni remordimiento. Y esto, si sucede, no dejará de ser raro: vivir sin miedo.

 

He leído Cómo acabar con la escritura de las mujeres de Joanna Russ (España: Editorial Dos Bigotes / Editorial Barrett, 2018) y pretendo, aquí, compartir algunas reflexiones en torno a las mujeres que leen, escriben y publican.

 

1. Síndrome de Casandra.

Este subtítulo remite a una pregunta: ¿se sigue adjetivando a la mujer con frases como “es desproporcionada en sus reacciones”, “es hiperbólica emocional”, “es turbia en su carácter”? Hasta cuándo tendremos que exigir credibilidad con el #yosítecreo, o hasta cuándo tendremos que avalar y probar el #survivorprivilege. El prejuicio es grave: “no se puede confiar en ellas” -dicen- “porque son retorcidas y delirantes”. Hasta entre mujeres nos decimos: “estás exagerando”. Y es, entonces, que pensamos, murmuramos o gritamos con ironía: “Claro, tienes razón, estoy distorsionando los hechos. Soy una subjetiva que se cree objetiva. Por supuesto que estoy confusa”. Ironía, reitero. Esta desacreditación (que en muchos casos proviene primero de sí misma) nos hace sentir Casandras, malditas por rechazar sexualmente a Apolo, es decir, la pérdida de credibilidad está vinculada a nuestro cuerpo.

 

2. Mujer que lee.

¿Por qué y para qué lee una mujer? La especulación sería interminable, me parece. Quizá podría tener un punto de partida y uno de llegada. No sé. Quizá lee para llenar sus vacíos, para entretenerse, para no aburrirse; pero esto sería el caso de mujeres con altos privilegios económicos. Para saber más, suena bien. Pero, ¿qué hace con lo que sabe?: ¿lo luce?, ¿lo comparte?, ¿lo usa para discutir?, ¿para validar sus ideas?, ¿dónde y con quién? Todo un tema, ¿eh? Lee para escribir. ¿Escribir qué?, ¿por qué y para qué?, ¿qué hacer con lo escrito? Lee para escribir y publicar. Se escucha muy hermoso, paradisiaco, incluso. Sin embargo, se necesita tiempo, disciplina, deseo, afirmación, muchas ganas… y aceptar el miedo.

 

3. Atisbos.

Sylvia Plath se levantaba a las cinco de la mañana para poder escribir sin ruido, sin marido, sin hijos despiertos. Pero otras no pueden hacerlo por la carga de familia y el trabajo fuera de casa. Hay dos impedimentos, entre más: la falta de dinero y la falta de tiempo. ¿Cómo poder perfeccionar una técnica poética si hay que amamantar o salir de casa a trabajar y regresar agotada? Podemos arder en deseos de escribir, pero hay que lavar platos. Sentimos miedo al intuir que nuestra vida se exprime en el trapeador o se refleja en un pago quincenal. Entonces, hay que tener criada -dinero- o marido comprensivo -con dinero- o amante -adinerado- que nos sostenga, para soltar el plumero o para salir de la vía laboral. #SurvivorPrivilegePoet Revertir el orden es duro: primero estoy yo, la que quiere publicar; luego estoy yo, la que necesita escribir y perfeccionar; después estoy yo, la que requiere invertir más de dos horas diarias en leer y estudiar. Lo demás, se cuece sólo. ¿Será?

 

4. La piedrita en el zapato.

No soy mujer de razones, sino de intuiciones. (Lo sé porque he aprendido a mirarme). Por tanto, intuyo que este poema malogrado (¿cuál no lo es?) brotó (como plantita que apenas puede sostenerse en la tierra) de esa coagulación de emociones claroscuras llamada: miedo. Miedo a imponerme “el primero yo”, miedo a la soledad de la escritura, miedo a la pobreza, miedo a la falta de apoyo editorial, miedo a la equívoca etiqueta de “escritora confesional”, impuesta -no sin malicia- a tantas mujeres que escriben.

 

Como una raquítica pluma que da seguridad en el vuelo, yo me subo en mis tacones -aquí les llamo taco alto- para mirar el miedo, la piedrita maliciosa en el zapato.

 

Subo en ellos

mis piernas se estiran como brazos al cielo

el viento se alberga en mi cintura

y se levanta mi espalda

 

bla bla bla

 

esto se escucharía mejor si usara palabras de arrabal

pero el lenguaje no es el tema

sino la piedrita en el zapato

 

¿Cómo pudo ingresar la piedra a taco alto

si va dejando su vida en el asfalto?

 

La piedra

miedo ampollado adentro

viaja vertical

la sangre la expulsa a los pies

y la deja en el zapato

 

Es la piedra del deseo o la violencia

es jadeo de madrugada

o del no quiero verte mañana

 

Es la piedra del peso

de lo que llevo adentro

 

de la orfandad cuando pierdo uno

al impulsarme sin rumbo

 

uno sin par

me hunde la cabeza en lo que hice de mí

para salvarme

 

Taco alto

dos silicios -quiebran

dos muletas -levantan

 

Avanzo con piedrita en el zapato

y dejo el rasguño en el asfalto

 

Escribo a mano en hoja blanca, con grafito. No peleo contra el miedo, porque me gana. Lo he hecho mi aliado. Escribo con él.

 



 

 

 

 

 

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