Sí. Alejandra Pizarnik fue hasta el fondo, como
ella proclama. No hay quien no la quiera salvar de la vida en la muerte:
Cortázar y sus fieles, para empezar una larga lista sin nombres.
Nada socorre en su lectura. Sin refugio, se sienten los golpes del silencio. Surgen las heridas provocadas por los filos de la memoria de aves de rapiña entre las piernas. Las múltiples máscaras de la individualidad, cuando se vive en la palabra, proyectan el desgarro de los versos -diálogos- fragmentados en busca de liberación de sí misma, náufraga constante.
Se refracta la inhabilidad para la vida -un no ser de este mundo- con la conciencia en estado de polifonía; el infierno interior que una misma fabrica: la perfección en el combate con la propia sombra. El espejo es el abismo de la enfant terrible del malditismo.
Refigurar su poesía devastando la esperanza. Un ángel asfixia con sus alas. Hasta en sueños, se devasta la esperanza. Se ama a un fantasma evitando que claree en lo siniestro.
No hay maravilla detrás del espejo al atravesar. Hay un ojo de agua -lagrimar- donde mirar la ingenuidad mancillada: no hay jardín ni juegos. Ni tregua de abandono y soledad. Hay amores turbulentos, sin fortuna, de pasiones debocadas. Sus estragos vuelven al cuerpo, tajo.
El miedo en el delirio del viento, su sombra en la sonrisa pone un cerrojo en los labios, acostumbra al mutismo a escuchar los gritos de los nombres nocturnos que llaman. La noche no es armadura de la indefensión. Es arma del terror al sentir los límites de la realidad en los barrotes de una jaula.
El sustantivo, imagen invisible, contiene la ausencia del verbo. Lacera la violencia de la nada, para crear mundos irrealizables donde se castiga la reconciliación. Nada tiene sentido, si no tiene destino en la hendidura del silencio.
La piedra de la locura quiebra al poema, la palabra es un jirón que deja en la intemperie al espanto y la impudicia del fantasma.
La poesía no exorciza
ni conjura ni repara
Crea
fantasías y estremecimientos
síntomas y tragedias
complejos y exilios
suturas fallidas.
La belleza del dolor.