viernes, 30 de diciembre de 2022

El lugar común donde me encuentro

 

La lectura nos pone en contacto con otras vidas y eso nos salva, porque de algún modo empezamos a conocernos a nosotros mismos a través de los demás.

Soy lectora constante y no me avergüenza decirlo. Como dice mi maestro Borges: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. Me pasa exactamente igual.

Tanto en la selección de mis lecturas y en mi forma de leer, así como en mis escrituras, uno de los libros que me marca más es Obras completas de William Shakespeare. Páginas que me encontraron a mí en un tiradero de libros en la Plaza San Fernando en Guanajuato. Se trata de una edición rara y difícil de encontrar, publicada por Editorial Aguilar en 1967.

Shakespeare agota el hecho humano. No hay psicólogo, no hay libro que desentrañe el alma como el teatro de Shakespeare. Es encontrarnos con la esencia humana. No hay manera de ir más allá de Shakespeare. El drama del poder representado por Macbeth, la locura de Lady, su relación y sus discursos, son fascinantes. Con la lectura de Shakespeare padecemos el síntoma de estar vivos.

Al escribir las últimas palabras de la frase anterior, vino a mí Federico García Lorca. Un autor que siempre habla de sí mismo y de su problema personal, sin distinguir el género que se lea. A la vez, hablando desde sí mismo, es uno de los poetas universales. Es un autor, un personaje fascinante. Un tipo encantador, como la fuerza de la naturaleza lleno de vida que fue truncada por su asesinato a los treinta y ocho años. Un drama a la menara de Shakespeare. Yo lo adoro a Federico. Me parece un autor tan increíble, como soñado.

Diván del Tamarit, con sus casidas y gacelas, y los once Sonetos del amor oscuro, son un parteaguas de la poesía escrita en español.

La literatura, sobre todo la poesía, me da la posibilidad de respirar, de caminar. Cualquier acto de lo más elemental, me lo ha dado la lectura y la escritura. Es mi lugar donde me encuentro en común al decir: es la sangre que circula por mis venas. No puedo decir que me ha aportado algo, como si fuera algo externo. Es parte de mi vida, porque crecí entre libros.

Tiendo aquí a Lorca. “El poeta dice la verdad”:

 

Quiero llorar mi pena y te lo digo

para que tú me quieras y me llores

en un anochecer de ruiseñores

con un puñal, con besos y contigo.

 

Quiero matar al único testigo

para el asesinato de mis flores

y convertir mi llanto y mis sudores

en eterno montón de duro trigo.

 

Que no se acabe nunca la madeja

del te quiero me quieres, siempre ardida

con decrépito sol y luna vieja.

 

Que lo que no me des y no te pida

será para la muerte, que no deja

ni sombra por la carne estremecida.





 

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